por Eduardo Gilardoni
"El compositor actual que no tenga algún rasgo de
romanticismo en el corazón, debe carecer de algo fundamentalmente
humano". Arnold Schoenberg.
Se estrenó en el Solís y luego se repitió
en diferentes iglesias montevideanas, una obra que consideramos fundamental
en la literatura musical uruguaya del siglo XX, la
Fantasía
para piano y orquesta, de Renée Pietrafesa.
Más allá de la buena ejecución de nuestra Filarmónica
actuando al piano y dirigiendo la autora, importa el clima mágico
que Pietrafesa logra con su búsqueda sonora, y
el peso que tiene la obra en sí misma en el plano compositivo.
Dice Pietrafesa: " La estructura está basada
en cinco elementos que corresponden a estados de ánimo la
música es la conciencia del mundo afectivo que van apareciendo
a lo largo de la obra, sea en forma de contraste o de continuidad, surgiendo
cada elemento de los otros. Los cinco elementos son: una celúla
rítmica en allegro enérgico dada por el piano solo y luego
por la orquesta sistema del concierto clásico en
diferentes medidas que dan sensación de pregunta o de
afirmación.
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Acordes de las diferentes familias de instrumentos o del Tutti, como momentos
de respuesta o de espera que se va transformando en confirmación.
Zonas de investigación sonora a nivel tímbrico, maneras no
tradicionales de tocar los instrumentos, como una materia que se va moviendo,
haciendo pensar y avanzar. Pulso que va acelerando, dando animus vital hasta
llegar a la danza o a lo melódico expresivo. Danza en ritmo común
y melodías en solo o en grupo como culminación de los diferentes
diálogos." Y además: "Homenaje al piano y a la orquesta
romántica en su sentido expresivo de comunicación, de unión
y de paz. El toque pianístico integrado a las investigaciones actuales.
El touché sensible y matizado en pasajes solos." Para lograr estos
efectos Renée Pietrafesa divide el piano en cuatro
secciones. En la zona aguda el instrumento está preparado esto
se logra colocando diferentes elementos entre las cuerdas en este caso
con una colección de tornillos. Esta preparación da un timbre
diferente, como campanas chinas. Ideal en la zona del medio del piano normal,
para poder frasear con toda la riqueza del touché. En la zona grave,
combina el teclado normal con algunas notas preparadas para dar profundidad.
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Por último tocando en la zona del encordado para dar atmósferas
de percusiones.
Dice: "Reeditar la situación del compositor que toca y dirige desde
el piano en este caso, como sucedió en otros períodos de la
historia de la música, pudiendo así transmitir directamente
su sentir. Con humildad y cariño lograr un momento de comunicación
sincera, con seriedad profesional, sin perder el sentido lúdico del
placer."
La. comunicación sincera se logró, el placer de hacer música
también y la humildad y el cariño estuvieron presentes en el
diálogo y la respuesta por parte de los músicos, atentos,
vigilantes, haciendo buena música. No sólo es la mejor obra
que Renée Pietrafesa ha escrito sino una de las
mejores obras de nuestra breve historia musical.
El resto del programa estuvo integrado por el concierto para vibráfono
y cinco instrumentos (al estilo del concierto de don Manuel
de Falla) del americano radicado en Noruega, Rob Waring,
en primera audición actuando como solista Jorge
Camiruaga. Está muy bien escrito en especial las combinaciones
instrumentales con vibráfono solista, logrando efectos rítmicos
de corte straviskiano y usando las cuerdas como elemento melódico.
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Renée Pietrafesa: un estreno revelador |
Es claro que el compositor es percusionista por la escritura brillante para
el vibráfono, que dio lugar al lucimiento de Jorge
Camiruaga. El público no acostumbrado a las sonoridades de la
música actual, tuvo un descanso en las cinco canciones al estilo
rioplatense de Vicente Ascone, donde el barítono
Walter Mendeguía tuvo oportunidad de reeditar sus
virtudes
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de intérprete integral, y el concertino de invierno de
Jaurés Lamarque Pons, un clásico en nuestro
siglo XX donde aparece el sentir ciudadano. Muy bien
Amílcar Rodríguez Inda como solista de
guitarra.
Valió la pena
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